España es el país de la UE que más utiliza el vehículo privado para trayectos menores a los 3 km. Muchos de estos desplazamientos se pueden realizar a pie invirtiendo una media de 30 minutos y evitando las emisiones de CO2.
Utilizar vehículos que funcionan con motores eléctricos mejora la eficiencia energética de los desplazamientos y, por lo tanto, permite reducir las emisiones de CO2. Además, genera otras ventajas estratégicas de índole tecnológica, económicas, de imagen corporativa e innovadoras.
Utilizar vehículos híbridos que funcionen con dos motores, uno de combustión y otro eléctrico, reduce de forma considerable el consumo de combustible y, por lo tanto, las emisiones de CO2.
El coche privado representa el 16% del total de las emisiones de CO2 generadas en España. Esta cifra se puede reducir significativamente con el uso de transporte público, que es mucho más eficiente que el vehículo privado.
El cálculo de la huella de carbono es el primer paso para poder conocer las fuentes de emisiones de CO2 de ula organización. De esta manera, la huella de carbono permite identificar las medidas más eficientes a implementar para reducir las emisiones y consolidar la estrategia de acción frente al cambio climático.
Se puede ser "neutro en carbono" compensando la huella de carbono que no se ha logrado reducir realizando una aportación voluntaria de una cantidad económica a proyectos que consiguen absorber o reducir una cantidad de CO2 equivalente.
Al reducir la huella de carbono de la organización se reduce el impacto en el clima de la actividad. También se reducen los costes asociados al consumo de materias primas, de energía o de productos y, además, se genera un valor añadido en una sociedad cada vez más exigente en la acción frente al cambio climático.
Verificar la huella de carbono genera credibilidad al tener la garantía de un tercero independiente de que se ha calculado correctamente. Además, se genera un valor añadido para la marca en una sociedad cada vez más exigente en la acción frente al cambio climático.
Con 170 kilos de consumo anual por habitante, España ocupa el puesto 24 en el ranking mundial, lejos de los más de 300 kilos de papel y cartón que consume al año una persona belga, una luxemburguesa o una estadounidense.